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Hoy, el 19 de noviembre del 2012, a las 7:42 am, Benjamin Capistrano se despertó lleno de ganas de comer, pero completamente desnudo de energía o cualquier intención de salir de su casa. Soñó algo insólito, que incluía un perro que trataba de enterrar un hueso gigantesco no afuera, pero dentro, rascando la alfombra que cubría el piso con sus garras afiladas.


Hoy, el mismo día, a las 12:41 pm, Víctor Philip Ramos se despertó un poco crudo a causa de los últimos tres tragos innecesarios de anoche, pero de alguna manera contento y con ganas de sonreír. Sin duda el también soñó muchas cosas insólitas; sin embargo, no se podía acordar de nada, porque Víctor duerme como un tronco cuando toma.


Cruzando su cuarto para ir al baño, por el más corto ratito su mirada cayó sobre los Nikes que su novia le había regalado por su cumpleaños hace dos meses. Eran de los Nike Air, significando que tenían un compartimento especial debajo de la planta derecha por el sensor Nike+. El sensor que conectada a la aplicación con el mismo nombre recordaba todos los parámetros de sus carreras. Se lavo los dientes pausadamente, mirándose pero no viéndose de verdad en el espejo, anticipando con entusiasmo como hoy, gracias al pequeño compartimento de su tenis y al Nike+ sensor, el va ganar 100 dólares. ¿Cómo? Fácil.


Un poco de contexto para mejor entender. Aparte de ser estudiante de idiomas, Víctor paga su escuela y gana su substancialmente trabajando como camarero en un restaurante italiano llamado Piccola Trattoria. El nombre no es solo de cariño, el local es mas chico de lo que parece. Y es en este espacio de claustrofobia donde Víctor corre aun mas que en el parque, atendiendo a todos los famélicos patrones los fines de semana. Discutiendo cuantas millas marchan cada uno en una sola noche, Víctor y su compañero de trabajo Justin hicieron una apuesta a ver si eran 3 millas como dice Justin o 5 millas y así verán quien esta mas acertado; el ganador de la apuesta se llevara consigo 100 dólares. Hoy el sensor será el juez.


A precisamente 2:15 pm, en cuartos y camas diferentes en Brooklyn, Benjamin Capistrano y Víctor Philip Ramos durmieron la siesta. Precisamente 47 minutos cada uno.


Luego en Grande Trattoria, Víctor, calzado en sus tenis victoriosos, corría por todos los lados, tal vez más rápido que normalmente, colectando pies preciosos en la competición. Balanceando platos entre las mesas, como una tormenta de la barra a la cocina y de nuevo bajando la escalera por la nevera grande. Eran las 8 y media y solo 2.1 millas cuando Víctor empezó aumentar su ritmo, empujando los límites de su cuerpo, de los otros cuerpos en la arquitectura del lugar.

La sala progresivamente más y más oscura según la regla atmosférica del restaurante, y a pesar de los "¡hey, despacito!", el campeón no cesaba de galopar en la minúscula Trattoria, y su cuerpo febril competía con los platos de pasta o de risotto volcánico.


El reloj se mostraba alarmante considerando las 2.9 millas registradas por el sensor. Entonces Víctor, deshidratado pero ambicioso como siempre, acelero a romper la barrera del sonido, y justo al punto de romper la de la luz, Víctor tropezó cargando tres platos de risotto.


Benjamin estaba sentado en una silla para bebé, porque sus 3 años y 1 mes no le permitían la altura de la silla para adultos. Benjamin tenía 3 años y un mes cuando el plato de risotto Nero seccionó su piel frágil y paso por su cráneo deshaciendo so occipital. Arroz, sangre, calamar y tinta de calamar, fragmentos de hueso, todo en una explosión que frisó el tiempo para los testigos. El sensor de Víctor también frisó, robándole el poder de parpadear o hacer cualquier cosa por mucho tiempo después del impacto. El campeón no pudo ni escuchar los rugidos llorosos de los padres, ni ver las luces intermitentes cuando llego la ambulancia, ni sentir las bofetadas y los golpes siguientes por mucho tiempo.


El 20 de noviembre del 2012, Benjamin Capistrano nunca se despierto.


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